jueves, 22 de enero de 2009

LA VIDA VALE VIDA

En esos momentos que todo va mal pareces perder el sentido de la realidad. El tiempo pasa despacio. Incluso parece no pasar. Tu mirada se pierde en el infinito, mirando algo que no existe pero que estas convencido que puedes ver. Sentado con tus brazos sobre las piernas no mueves ni un ápice de tu cuerpo. Hasta la respiración parece acompañarte con un ritmo tedioso, como sin querer molestarte en nada. Tus pensamientos se entrelazan unos con otros, y acabas por pensar que tu principal preocupación es una tontería, pues asumes que tienes muchas más, cada una peor que la anterior. Como una bola de nieve, un mal sentimiento arrastra a otro, y tu malestar se va sumando. Entre tanto, pareces parpadear un poco. Es lo único que te devuelve mínimamente a la realidad. ¡Qué iluso que soy! La realidad a la que crees volver es, en verdad, la ficción. Todo vuelve a empeorar, pues te das cuenta que la realidad -propiamente dicha- era la que estabas experimentando segundos antes con tu mirada puesta en el infinito. Durante el día a día no paramos de maquillar nuestros pensamientos y sentimientos, y sin embargo lo llamamos realidad. Pero soy de los que piensa que no hay más realidad que la que ves cuando estás absorto en tu mundo. Eso sí es la realidad. Al resto, simplemente lo llamaría ficción -tu ficción-.

Te apetece realmente desahogarte con alguien, pero en realidad no tienes ganas de hablar con nadie. Lo único que te apetece es seguir machacándote un poco, aunque no tenga sentido, pues ¿qué clase de masoquismo practicamos de vez en cuando con nosotros mismos? No lo se. Pero es verdad que a todo el mundo le pasa. Te detienes a pensar en lo bien que está el resto y en lo mal que te encuentras tú. Quieres mandarlo todo al carajo, aunque no tienes ganas ni de eso. Quizás mañana sea otro día, te dices a tí mismo. Pero cuando llegas a la cama la cosa empeora. En medio de la oscuridad todo parece peor, más triste, más preocupante y sin salida. Además, lo más sabio que se te ocurre en esos momentos en poner en la radio cualquier emisora de música instrumental que acabe por poner ritmo melancólico a los últimos minutos de tu pésimo día. Tu único deseo por ahora: soñar con algo más ameno, con una tercera realidad -o como quieras llamarla- y, sobre todo, con un despertar feliz la mañana siguiente. ¿Será así? No lo sabemos. Menos mal que tu cerebro guarda algo de coherancia en algún rinconcito de tu mente y, por fin, cuando menos lo esperas, decide por tí cerrar los ojos, cambiar las ondas cerebrales, y acabar con esos pensamientos machacones que le has impuesto durante horas.




Joe! Que triste suena todo! Pero hay una fórmula casi mágica que te ayuda sobremanera a mejorar las cosas. No dejes que ningún pensamiento negativo invada tus ideas durante el día, y mucho menos durante la noche. Una sola cosa podrá reclutar a un gran ejército y derrotarte en cuestión de minutos. Así, tu día se habrá arruinado. Levántate y grita, canta, salta o baila. Dale un abrazo a quien se encuentre a tu lado, pégale bocados a las paredes, y funde bombillas encendiendo y apagando interruptores de manera casi paranoica. Ilumina tu cara y la de los demás con una media sonrisa siempre en tu rostro. Disfruta de la compañía, del aroma de una taza de café y de los rayos del sol tempraneros. Se fuerte como una marea, pero sin que te arrastre. Lleva la energía de una tempestad, pero sin arrasar con todo. Disfruta cada segundo, cada paso, cada sonido. La vida merece la pena vivirla, aunque suene a topicazo. Los momentos malos se crearon para dar más peso a tus ganas de disfrutar. Llora si quieres, también es sano, pero nunca en soledad. Cierra los ojos y apriétalos fuertemente. Al abrirlos verás puntitos raros en el paisaje. ¿Por qué no disfrutar de cosas tan simples como esas? No nos acostumbremos a las sensaciones caras ni a los disfrutes que nos imponen. En realidad, con lo que verdaderamente disfruta el ser humano es con lo más básico, con lo que aún los gobiernos no han dado con la tecla de poner precio.


Y que te invada la locura; la locura de poder disfrutar hasta con el chirriar de los frenos de un autobús gastado. Aprende de todo en cada momento, y no desperdicies ningún sabio consejo de los que te ofrezcan con el corazón en la mano. Siente cada mirada, cada sonrisa, cada abrazo, cada sensación de cariño, de amor, de respeto... al máximo, como si fuera lo último que fueras a hacer en tu vida. Siente la magia y la energía que te ofrece el simple echo de coger a alguien de la mano.

Pero lo más importante de todos estos buenos rollos es, sin duda, saber compartirlos. Nunca te los quedes para tí y tu soledad, pues acabaremos tal y como empezamos esta entrada. Sin duda, los sentimientos compartidos valen el doble. Señores: me acaban de entrar unas ganas inmesas de vivir la vida a tope, siendo yo, siendo capaz de elegir cuando me siento mejor y cuando me siento super-mejor.

Pero...Uf...acabo de caer en la cuenta que es de noche y mañana será otro día. Y acabo de pensar que, si los días malos se acaban cuando uno cierra los ojos y despierta la mañana siguiente con una nueva oportunidad, ¿por qué no iba a pasar lo mismo con los días buenos? Prentedía terminar esta entrada con esa sensación de buen rollo, pero parece que no todo es tan sencillo. Y quizás eso sea lo más mágico de la vida, pues estamos "condenados" a esta variabilidad en nuestro estado de ánimo -aunque por naturaleza estemos más preparados para saber llevar con fuerza y bienestar cualquier momento-. La vida vale vida, y ni los buenos ni malos momentos nos harán desear el fin de nuestros días. Es muy fácil hundirte en el fango si quieres, pero eso es de cobardes. Con vuestro permiso, échale cojones a la vida y disfruta al máximo, pues, como una apuesta a todo o nada, una vida vale, ni más ni menos, que una vida.

1 comentario:

Ego... dijo...

Probaré lo de las luces... Nunca lo he hecho.
Lo de los puntitos en el espacio lo hago demasiado a menudo. Jaja!

Yo ya controlo a mi masoquismo y cuando lo practico machacándome es porque quiero. Y suelo poder parar. Salto, grito, salgo, etc...

Espero que estés bien. Un abrazo
Ah! Los trenes no hacen más que pasar...